


Entrada la noche, cuando todo el mundo descansa, siéntate en soledad y observa dentro de tu mente; percibirás entonces cómo desaparece la ilusión y aparece la realidad. En cada una de estas ocasiones ganas un vasto sentimiento de lo que es posible. Una vez que has percibido cómo aparece la realidad, pero que es dificil escapar a la ilusión, te vuelves también más humilde.
Existe un verdadero Buda en la vida de familia; existe un Tao real en las actividades de cada día. Vivir con sinceridad y armonía, y promover la comunicación con un comportamiento alegre y palabras amistosas, es más elevado que la práctica formal de la meditación.
Las personas que son compulsivamente activas son inestables, mientras que las adictas a la quietud son indiferentes. Se debe tener un espíritu vivo en medio de la tranquilidad; ésta es la manera de ser de las personas iluminadas.
No seas muy severo en criticar los defectos de la gente; considera hasta qué punto pueden aguantar.No seas demasiado altanero al disfrutar de la virtud, de manera que los demás puedan practicarla.
Una oruga en la basura es algo sucio, pero se transforma en una cigarra que sorbe rocío en la brisa otoñal. Las plantas enterradas no tienen prestancia, pero se transforman en brillo incendiado a la luz de la luna estival. Así, sabemos que la pureza surge de la impureza, y que la luz nace de la oscuridad.
Si piensas en la comida con el estómago lleno, no te preocuparás del sabor Si piensas en la sensualidad después de hacer el amor, descubres que no te interesa el sexo. Por ello, si la gente reflexionase sobre el arrepentimiento que sienten después para prevenir la locura del momento, mantendría una actitud estable y no caería en el error.
Cuando te halles en una posición de importancia, no pierdas la actitud de retiro rural. Cuando te encuentres de retiro en el campo, mantén los asuntos de estado en la mente. No se necesita por fuerza buscar el éxito en el mundo. No busques la gratitud de los demás; es un beneficio no estar resentido.
Quienes hayan llegado a un callejón sin salida, han de examinar sus intenciones originales; quienes hayan triunfado han de observar a dónde se dirigen.
Los deseos no dañan tanto la mente como la dañan las opiniones. Los sentidos no estorban tanto la iluminación como la estorba el intelecto. Volubles son los sentimientos; el mundo está lleno de azares. Cuando te halles en una situación sin salida, has de saber cómo retroceder. Cuando las cosas van suavemente, esfuérzate por permanecer respetuoso.
Para conquistar a los demonios, conquista primero tu mente. Cuando la mente ha sido dominada, los demonios se alejan obedientes. Para controlar a los malhechores, controla primero tu propio estado de humor. Cuando tu estado de humor es equilibrado, los canallas no pueden hacerte ningún mal.
En asuntos del deseo, no te precipites en implicarte porque sea fácil; una vez que te has implicado, te hundirás profundamente. En asuntos de principio, no retrocedas por miedo a la dificultad; una vez que desciendes hacia atrás, pierdes por completo tus cimientos.
Al establecerte en la sociedad, si no tienes nobleza de carácter, será como cepillarte la ropa en medio del polvo o lavarte los pies en medio del barro. ¿Cómo podrías ser libre? En tus tratos con el mundo, si no eres respetuoso, serás como una polilla volando pegada a la llama o un carnero embistiendo un cercado. ¿Cómo podrías estar en paz?
Para los españoles, se llamaba Teresa y era mujer muy hermosa. Se unió a Lautaro cuando éste tomó la ciudad de Concepción.
Fray Diego de Ocaña, la religiosa Imelda Cano, el padre Rosales y, posteriormente, Vicuña Mackenna coinciden en describirla a Guacolda como una mujer muy bella, a quién sedujo el valor y el talento de Lautaro y decidió seguirlo con lealtad y coraje.
Las crónicas también señalan que ella y Lautaro sirvieron en casas de españoles. Se dice que Lautaro sirvió al mismo Valdivia, y que Guacolda se había criado en la casa de Pedro de Villagra.
Si bien los mapuches tenían un miedo supersticioso a los españoles, les atemorizaba tanto su presencia hasta considerarlos algo así como dioses malignos, se puede inferir que ni Guacolda ni Lautaro les temían.
Ellos habían vivido en sus casas, los habían visto enfermos, dormidos, quizás borrachos. Habían limpiado sus armas, los habían visto comer, llorar y reírse. No, para ellos no eran dioses. Desde pequeños ambos habían comprobando que eran humanos, hombres de tierra como ellos y, por lo tanto, podían ser derrotados.
Cuando Lautaro dio por terminado su aprendizaje, y partió a unirse a la sublevación de su pueblo, Guacolda se le unió, y ya no se separaron más. Lo acompañó en la toma de Concepción, en la batalla en las márgenes del Mataquito y en el asalto a Santiago.
También mueren juntos, durante la noche, en una emboscada que les tendió Villagra.
Alonso de Ercilla y Zúñiga y Pedro Mariño de Lobera cuentan en sus respectivas Araucana e Historia de Chile que Guacolda predijo a Lautaro el desastre y la muerte en vísperas de la batalla de Chilipirco (batalla de Peteroa, en 1557) donde ambos murieron.
He aquí pincelazos de un cuadro imaginario, hecho para contar la historia mítica de Guacolda y Lautaro ...
(Cécile Louise Stéphanie Chaminade; París, 1861 - Montecarlo, 1944) Pianista y compositora francesa. De la mano de su madre, pianista y cantante, recibió sus primeras lecciones de música. Dado que su padre se oponía a su entrada en el Conservatorio de París, Chaminade estudió primero de forma privada con Savart, Félix Le Couppey y Benjamin Godard. Compositora precoz, a los ocho años ya escribía piezas de música religiosa. Dio su primer concierto cuando contaba dieciocho años.
Realizó diversas giras de conciertos por Francia y otros lugares, entre los que destaca Inglaterra, país del que se convertiría en visitante regular tras su primera aparición en junio de 1892. Su música se hizo tan popular allí que desde 1892 fue invitada de honor de la Reina Victoria. Chaminade también adquirió una enorme popularidad en los Estados Unidos de América. En otoño de 1908 realizó una gira exitosa por este país, en el que recorrió doce ciudades, desde Boston a St. Louis.
Recibió varios premios, de entre los cuales cabe destacar la Légion d´Honneur francesa en 1913, que por primera vez fue concedida a una mujer compositora. En 1901 se casó con Louis-Mathieu Carbonel, un editor marsellés que murió en 1907. A partir de su boda con Carbonel y hasta 1914, su actividad compositiva decayó y Chaminade comenzó a realizar grabaciones, muchas de ellas en pianolas. El olvido progresivo del gusto por el Romanticismo francés tardío provocó que sus casi 400 composiciones cayeran en el olvido.
Cécile Chaminade es sobre todo célebre por sus piezas para piano y por sus mélodies, obras vocales con acompañamiento pianístico, de gran expresividad y lirismo y muy adecuadas para los salones parisinos donde solían ser interpretadas. A principios de 1880 compuso su primer Trío para piano op.11, que fue muy bien acogido por el público. Sus incursiones en la música orquestal comenzaron con la Suite d´orchestre op.20 (1881), a la que siguió la sinfonía lírica Les Amazones (1888). Su Concertstück op. 40 para piano y orquesta, estrenado en Amberes en 1888, recuerda en algunos aspectos a la música de Wagner y Liszt.
La compositora francesa escribió asimismo obras para la escena como la ópera cómica La Sévillane, que fue representada en privado en 1882, y el ballet Callirhoé op. 37, representado en Marsella en 1888. Tras 1890, Chaminade compuso casi exclusivamente mélodies, con la excepción del Concertino op. 107, encargado a la compositora por el Conservatorio de París en 1902 y de su única sonata para piano op. 21 de 1895. Su estilo es elegante y asequible, con melodías memorables y texturas claras. Muchas de sus obras parecen haberse inspirado en la danza.
Anne Sophie von Otter ha publicado un disco, Mots d'amour con 24 canciones de Chaminade. Es una grabación extraordinaria, acompañada por el pianista Bengt Forsberg.
En los papeles inéditos del poeta que alberga el Getty Center de California, está el registro del romance extramarital que remeció a la sociedad santiaguina y provocó una herida mortal en el autor de Altazor y Cagliostro.
Jorge Teillier solía decir que el verdadero artista, antes que escribir versos, debía vivir poéticamente. Varias décadas antes, Vicente Huidobro llevó el axioma a la práctica. No fue un poeta popular ni reconocido -aunque escribió numerosos libros, algunos de ellos extraordinarios-, pero quizá su mayor obra haya sido su propia existencia. La vida de Huidobro fue una novela y una comedia, un drama y un panfleto.
En los papeles que se conservan en el Getty Center de Los Angeles aparece uno de sus capítulos más legendarios. Una aventura que empezó y terminó con escándalo, y que inspiró libros como Altazor y El Diario de Ana Mir: el auge y fin de su amor por Ximena Amunátegui, romance que provocó un terremoto en las familias chilenas acaudaladas y que causó en el poeta una herida mortal, uno de esos golpes del que nadie se recupera.
"Dime que me quieres, engáñame, miénteme, pero dime que aún me quieres. De lo contrario me voy a Chile y te mato y después me mato", le escribe Huidobro en 1927, desde Nueva York. Ximena responde: "Quisiera hoy sentir las sensaciones grandiosas, terribles y violentas de tu amor. Ahogarme, sumergirme, embriagarme en él".
El asunto había empezado cuando ella era casi una adolescente y él un poeta con pinta de revolucionario cosmopolita. A Huidobro, que ansiaba ser famoso, le gustaba que sus movimientos tuvieran eco en la prensa y probablemente habría sido un gran publicista si no fuera porque Santiago le quedaba chico. En 1926, La Nación publicó un poema suyo titulado Pasión y Muerte, donde confiesa su amor prohibido por una mujer, "acaso la más triste, sin duda la más bella". Ella tiene poco más de 16.
Huidobro, que estaba casado y tenía hijos con Manuela Portales Bello -descendiente del asesinado ministro y del autor del Código Civil-, tuvo que huir para calmar los ánimos. La enamorada se apellidaba Amunátegui y estaba emparentada con la familia del propio poeta. Vicente se va primero a París y luego a Nueva York. En ambas ciudades la prensa le adjudica romances con figuras de la farándula."En la colonia chilena inventaron una serie de amores míos, todos falsos y calumniosos. Me veían en alguna parte con alguien y ya eran amores", dice Huidobro, a quien siempre tildaron de Don Juan, aunque él lo negara. En otra carta, sin embargo, reconoce que "todo lo que he hecho son actos de un desesperado, de un loco, y tú tienes la culpa, tú eres la única causa... Soy capaz de cualquier cosa por tratar de olvidarte".
Confiesa haber coqueteado con otras sustancias, entre ellas la morfina. "¡Oh! delirio mío. Es algo horrible, es un sufrimiento inimaginable, yo que toda la vida he detestado las drogas, he tomado drogas, he pasado semanas sin comer".
La fuga
El final del mensaje, fechado en 1927, es desesperado: "¿Por qué no fue posible, Dios mío, por qué estamos separados?". Huidobro entonces toma una decisión. Ximena estará con él, pese a todo. Y planea una huida, un secuestro. Vuelve clandestinamente a Chile, la recoge en auto y se van a Mendoza por la cordillera. Los hermanos de ella amenazan con matarlo. Su padre nunca lo perdonará. Perderá a sus hijos. Será un paria.
Los dos llegan a París y los amigos del escritor quedan embelesados. Varios se enamoran de Ximena. Pero la felicidad es aparente. En el fondo no se entienden. Parece que el amor fue un invento creacionista, como reconoce después Huidobro.
De regreso en Chile, cena todas las noches con su madre. Ximena es casi un adorno y no extraña que encuentre refugio en el aprendiz de poeta Godofredo Iommi. Para Huidobro será una traición imperdonable. Lanza acusaciones terribles contra ambos.
"Todo Cartagena habla horrores de ella. En una tienda le dijeron a uno de mis empleados: 'Así que la patrona les resultó puta'. Quiero que oigas hablar a otras gentes de Cartagena... 'Ese tal Godo dejó la pieza fétida'".
Pero más grave resulta otra acusación. Según Huidobro, Iommi le robó sus ideas sobre poesía, que después utilizaría para fundar la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso. El fin de un amor no suele ser elegante.
Por Marcelo Soto (Los Angeles)
La Tercera Cultura, sábado 7 de octubre de 2006.